Tenía previsto escribir algo relacionado sobre los hospitales públicos, el poder judicial, la escuela pública, entre otros temas relacionado con el diario trajinar de nuestro país; pero me tope con la noticia sobre esta niña que en vida se llamara CARMELITA.
Mientras la leía, me acorde de “Paco Yunque” del gran César Vallejo, claro que los sucesos que nos brinda las páginas de “La Primera” son mayores a la narración de don César; este terrible hecho sucede en pleno Siglo XXI, entre los años 2000 y 2007.
Mientras la leía, me acorde de “Paco Yunque” del gran César Vallejo, claro que los sucesos que nos brinda las páginas de “La Primera” son mayores a la narración de don César; este terrible hecho sucede en pleno Siglo XXI, entre los años 2000 y 2007.
Por este motivo, prefiero mil veces, reproducir en forma integra esta noticia, postergando para más tarde un nuevo artículo.
Patrón mató a su hija de 13 años
Teófila Sifuentes Flores es una humilde cajamarquina, que como muchísimas mujeres peruanas no sabe y menos aún siente lo que es globalización, democracia e incluso derechos humanos y sociales. También ignora que hay dos clases de solidaridades, la de ciertos profesionales como médicos y jueces que en este sistema siempre defienden al poderoso, como en su caso, y los que sin tener “vela en el entierro” asumen su caso y le brindan todo su apoyo.
Teófila desde su analfabetismo siente lo que es la exclusión, la injusticia, la marginación y el maltrato, pero eso no la ha amilanado sino al contrario le ha inyectado más fuerza para imponerse la titánica tarea de luchar día y noche, como lo hace desde hace siete años, para que la justicia no le siga siendo esquiva y el asesino que mató a su hijita de apenas 13 años, pague su delito y ella pueda al fin lograr algo de tranquilidad.
Y es que desde ese aciago 1 de agosto del 2000 en que le avisaron que su niña Carmelita se había puesto mal y que vaya al hospital regional de Cajamarca, donde crudamente le dijeron que había fallecido, Teófila no ha tenido un momento de tranquilidad.
Mientras enjuga las pocas lágrimas que todavía le quedan recuerda: “no me permitían verla, me exigían que diga de qué mal sufría, les contestaba ninguno, ella es la más sana de mis cinco hijos, nunca enferma, déjenme verla, me botaban fuera de la morgue, de ninguna manera querían que la viera, hasta que empujando entré y la destapé un poquito y pude verla golpeada, con una marca en el cuello y los labios morados, me sacaron a empujones, yo gritaba como loca por mi Carmelita”.
"Ganaba” 100 soles y no estudiaba
Tres meses antes del deceso, una amiga convenció a Teófila para llevar a su hija a trabajar donde la familia Pereira, cuidaría a una pequeña de un año. A la madre no le parecía bien, pero la misma Carmelita insistió: “tú trabajas mucho por nosotros, deja que te ayude”. Y fue asi cómo, en la edad en que la mayoría de niñas se dedican al estudio y al juego que dejó la escuela porque, como muchos, los Pereira querían una doméstica “sin colegio”. Por 100 soles mensuales, Carmelita olvidó su infancia y se dedicó a trabajar.
Todo indica que el aciago día de los hechos, Joanna, la pequeña que cuidaba Carmelita, cayó, puede ser que por descuido de su niñera-niña y se golpeó la frente, avisaron de inmediato al padre, contador en la mina Yanacocha, que su hija estaba en la clínica y que tenía que ser operada, Kalinin Percy Pereira Díaz fue furioso a su casa y la emprendió a golpes contra la indefensa Carmelita y en el colmo de la violencia le apretó el cuello hasta asfixiarla. Cuando la niña cayó al suelo inconsciente, se asustó y la llevó al hospital donde llegó cadáver. De inmediato y con el poder que le daba su status de trabajador de Yanacocha y de contar con medios económicos, Kalinin Pereira “convenció” primero a médicos y enfermeras y después a fiscales y jueces que Carmelita se había caído en su cocina porque sufría de alguna enfermedad y había muerto, que él no tenía nada que ver. Por supuesto que lo de su hijita quedó en nada porque había sido un golpe sin importancia.
Entonces empezó la maquinaria a repetir que no dejaban ver el cadáver de la niña porque habían descubierto que sufría de un mal que podía contagiar, para después emitir el diagnóstico “embolia pulmonar aguda por embolo metastásico”.
Teófila tenía la certeza de que Pereira y su esposa tenían que ver con la muerte de su Carmelita y empezó su vía crucis por todos los medios de comunicación de Cajamarca. Hasta que se presentó su hada madrina en la persona de la vicedecana del Colegio de Periodistas, Sabina Lescano, quien desde entonces se convirtió en su protectora y juntas empezaron su lucha por alcanzar justicia. También de Iván Salas, presidente del Frente de Defensa de los intereses de Cajamarca y del periodista Andrés Caballero. “Sola no hubiera logrado nada”.
Exhumaron el cadáver de niña
Teófila vendió su terrenito y sus pocas pertenencias, producto de tantos años de duro trabajo, y se vino a Lima donde tuvo que pagar fuertes sumas para que pudieran viajar médicos legistas y ordenar la exhumación del cadáver. “En las noches dormía en el Parque Universitario, pero no me importaba, quería que se compruebe la verdad de la muerte de mi hijita”.
Y la verdad fue revelada cuando los médicos limeños examinaron el cadáver de Carmelita y comprobaron que tenía huellas de golpes en diferentes partes del cuerpo y que había sido asfixiada, dando su diagnóstico final “asfixia mecánica por mano ajena”.
Ante esta evidencia las autoridades judiciales que habían limpiado de culpa a Pereira, tuvieron que cambiar su veredicto y condenarlo por el “delito contra la vida, cuerpo y salud en la figura de homicidio en agravio de la menor Luz Carmela Vásquez Sifuentes”.
Pereira fue condenado a la suave pena de 4 años de prisión y 10 mil soles de reparación civil, ante la apelación del abogado ad-honorem de Teófila, aumentaron la pena a cinco años. Pero por esas cosas extrañas que, suceden, ahora resulta que según la policía cajamarquina, Pereira no es habido y por lo tanto “Estamos recurriendo a todas las instancias para lograr que se haga justicia a esta madre. Hemos tocado las puertas del Congreso de la República y de otras instituciones y así seguiremos, este crimen no debe quedar impune”, dice muy resuelta la periodista Lescano; no puede cumplir su sentencia.
Diario La Primera 20.10.07
Teófila desde su analfabetismo siente lo que es la exclusión, la injusticia, la marginación y el maltrato, pero eso no la ha amilanado sino al contrario le ha inyectado más fuerza para imponerse la titánica tarea de luchar día y noche, como lo hace desde hace siete años, para que la justicia no le siga siendo esquiva y el asesino que mató a su hijita de apenas 13 años, pague su delito y ella pueda al fin lograr algo de tranquilidad.
Y es que desde ese aciago 1 de agosto del 2000 en que le avisaron que su niña Carmelita se había puesto mal y que vaya al hospital regional de Cajamarca, donde crudamente le dijeron que había fallecido, Teófila no ha tenido un momento de tranquilidad.
Mientras enjuga las pocas lágrimas que todavía le quedan recuerda: “no me permitían verla, me exigían que diga de qué mal sufría, les contestaba ninguno, ella es la más sana de mis cinco hijos, nunca enferma, déjenme verla, me botaban fuera de la morgue, de ninguna manera querían que la viera, hasta que empujando entré y la destapé un poquito y pude verla golpeada, con una marca en el cuello y los labios morados, me sacaron a empujones, yo gritaba como loca por mi Carmelita”.
"Ganaba” 100 soles y no estudiaba
Tres meses antes del deceso, una amiga convenció a Teófila para llevar a su hija a trabajar donde la familia Pereira, cuidaría a una pequeña de un año. A la madre no le parecía bien, pero la misma Carmelita insistió: “tú trabajas mucho por nosotros, deja que te ayude”. Y fue asi cómo, en la edad en que la mayoría de niñas se dedican al estudio y al juego que dejó la escuela porque, como muchos, los Pereira querían una doméstica “sin colegio”. Por 100 soles mensuales, Carmelita olvidó su infancia y se dedicó a trabajar.
Todo indica que el aciago día de los hechos, Joanna, la pequeña que cuidaba Carmelita, cayó, puede ser que por descuido de su niñera-niña y se golpeó la frente, avisaron de inmediato al padre, contador en la mina Yanacocha, que su hija estaba en la clínica y que tenía que ser operada, Kalinin Percy Pereira Díaz fue furioso a su casa y la emprendió a golpes contra la indefensa Carmelita y en el colmo de la violencia le apretó el cuello hasta asfixiarla. Cuando la niña cayó al suelo inconsciente, se asustó y la llevó al hospital donde llegó cadáver. De inmediato y con el poder que le daba su status de trabajador de Yanacocha y de contar con medios económicos, Kalinin Pereira “convenció” primero a médicos y enfermeras y después a fiscales y jueces que Carmelita se había caído en su cocina porque sufría de alguna enfermedad y había muerto, que él no tenía nada que ver. Por supuesto que lo de su hijita quedó en nada porque había sido un golpe sin importancia.
Entonces empezó la maquinaria a repetir que no dejaban ver el cadáver de la niña porque habían descubierto que sufría de un mal que podía contagiar, para después emitir el diagnóstico “embolia pulmonar aguda por embolo metastásico”.
Teófila tenía la certeza de que Pereira y su esposa tenían que ver con la muerte de su Carmelita y empezó su vía crucis por todos los medios de comunicación de Cajamarca. Hasta que se presentó su hada madrina en la persona de la vicedecana del Colegio de Periodistas, Sabina Lescano, quien desde entonces se convirtió en su protectora y juntas empezaron su lucha por alcanzar justicia. También de Iván Salas, presidente del Frente de Defensa de los intereses de Cajamarca y del periodista Andrés Caballero. “Sola no hubiera logrado nada”.
Exhumaron el cadáver de niña
Teófila vendió su terrenito y sus pocas pertenencias, producto de tantos años de duro trabajo, y se vino a Lima donde tuvo que pagar fuertes sumas para que pudieran viajar médicos legistas y ordenar la exhumación del cadáver. “En las noches dormía en el Parque Universitario, pero no me importaba, quería que se compruebe la verdad de la muerte de mi hijita”.
Y la verdad fue revelada cuando los médicos limeños examinaron el cadáver de Carmelita y comprobaron que tenía huellas de golpes en diferentes partes del cuerpo y que había sido asfixiada, dando su diagnóstico final “asfixia mecánica por mano ajena”.
Ante esta evidencia las autoridades judiciales que habían limpiado de culpa a Pereira, tuvieron que cambiar su veredicto y condenarlo por el “delito contra la vida, cuerpo y salud en la figura de homicidio en agravio de la menor Luz Carmela Vásquez Sifuentes”.
Pereira fue condenado a la suave pena de 4 años de prisión y 10 mil soles de reparación civil, ante la apelación del abogado ad-honorem de Teófila, aumentaron la pena a cinco años. Pero por esas cosas extrañas que, suceden, ahora resulta que según la policía cajamarquina, Pereira no es habido y por lo tanto “Estamos recurriendo a todas las instancias para lograr que se haga justicia a esta madre. Hemos tocado las puertas del Congreso de la República y de otras instituciones y así seguiremos, este crimen no debe quedar impune”, dice muy resuelta la periodista Lescano; no puede cumplir su sentencia.
Diario La Primera 20.10.07