Existen diversas definiciones acerca de la corrupción, entre las que encontramos:
· Conjunto de actitudes y actividades por las cuales los gobernantes y/o los funcionarios no buscan el bien común, para lo que han sido elegidos y/o nombrados en esencia, y se dedican a aprovechar los recursos del Estado para enriquecerse. Enciclopedia Wikipedia.
· Soborno, cohecho. Destrucción de los sentimientos morales, superiores. Perversión, degeneración, vicio. Putrefacción.
Tomando en consideración éstas y otros conceptos, y además en base a la experiencia vivida como país; podemos ensayar una definición que nos aproxime a lo que significa está lacra llamada corrupción.
Todos los estados, al margen de su naturaleza, de una u otra manera, tienen que ver con el comportamiento de la sociedad que dicen representar. Por tanto el Estado tiene que estar al servicio de sus representados.
Entonces, la corrupción viene a ser la utilización de los recursos de un Estado para fines particulares, individualistas en beneficio de terceros, generalmente de los más ricos, en detrimento del interés común de los gobernados y siempre en contra de los sectores menos favorecidos de la sociedad.
La corrupción es un fenómeno que abarca casi todas las esferas del comportamiento y desarrollo humano, se presenta al margen del modelo económico, de sistema político, en el aspecto social, psicológico, moral, ético, cultural, etc; claro que hay sociedades que son más permisivas unas que otras.
También, es un terrible fenómeno que atraviesa a los diferentes estamentos de una sociedad cualquiera; han sucumbido en la cloaca de está epidemia imperialistas, burgueses, ricos, capitalistas, pequeños empresarios, obreros, campesinos, jóvenes, pequeña burguesía, estudiantes, iglesia, sectas religiosas, comunistas, socialistas, derechistas, socialdemócratas, partidos políticos de derecha, izquierda, de centro, ONGs y las diferentes formas organización de la sociedad; en fin, casi nadie se escapa de esta maldita “enfermedad”.
La corrupción como comportamiento humano, tiene sus propios protagonistas, los mismos que se pueden identificar y señalarse:
1. Corruptos: Los transgresores, estos son los principales instigadores de la corrupción, de igual forma son los que obtienen mayores beneficios, económicos, políticos y materiales Casi siempre son los que nunca aparecen y si son detectados generalmente salen ilesos o en su defecto obtienen penas benévolas o éstas ya prescribieron. Además cuentan con mucho dinero que les permite poner de rodillas a los poderes del Estado, a la prensa, la radio, la televisión, a las comisiones de investigación o se compran a sectores de la población que sacan cara por ellos.
Con las ganancias obtenidas contratan a los mejores estudios de abogados, publicistas, periodistas, intelectuales que se encargan de defenderlos en todos los foros nacionales como internacionales. Y hasta cuentan con países y sus presidentes, como el caso del Sha Irán, Marco de Filipinas o de Augusto Pinochet al que lo defendieron con dinero del Estado chileno.
Estos diabólicos personajes, desde el punto de vista psicológico son siniestros, cuya intencionalidad de su accionar es calculado de manera fría y constante. Tiene doble discurso, uno para el público y el otro para la familia y su círculo más cercano. Son hipócritas, cínicos, ocultan deliberadamente información para su protección o para aumentar su poder o chantajear a sus cómplices o enemigos.
Pero, hay otra característica interesante que he empezado a notar en estos personajes; son cobardes, no asumen la responsabilidad de decisiones y actos, casi siempre, cuando son detectados buscan por todos los medios de echarle la culpa a los otros, de forma directa o de manera indirecta, o se parapetan en “yo no estaba informado”, “mi nivel de decisión no corresponde a esos hechos”.
2. Victimas inocentes: Siempre es el pueblo, quien carga con el pasivo de la corrupción, es el llamado a pagar “los platos rotos”. Somos los “beneficiarios” de las costosas pero malas obras y acciones de los corruptos.
Allí tenemos la compra de las medicinas y tractores chinos, que resultaron ser una burda burla para la salud de los más necesitados. Las carreteras que fueron publicitadas por todos los medios pero que al final no fueron ejecutadas como lo mandan las normas técnicas de la ingeniería civil. La adquisición de equipos y material militar sobrevalorados. La desastrosa renegociación de la deuda externa que todos los peruanos tenemos que pagarlas; todos estos costos y muchas más, siempre de siempre recae en las espaldas de los sectores oprimidos de la población.
Allí vemos, como la educación pública de los países corruptos cada vez es más mediocre, la atención en los hospitales del Estado es pésima, deprimente; la seguridad de la población cada vez más al libre albedrío. En Centroamérica, especialmente en el Salvador, Los Marras, bandas paramilitares de lumpenes organizadas (herencia de los contra y de los EE.UU) tienen aterrorizada a la población; sí, a los obreros, campesinos, sectores medios; porque los más ricos están bien cuidaditos por sus ejércitos particulares de protección.
Estás y muchas acciones, que se suponen deben traer mejores condiciones de vida para los de abajo, en realidad las hacen más para dar pie al enriquecimiento ilícito de la corrupción, al final de todo son los pobres los que sufren y pagan estos malos trabajos.
3. Cómplices: Estos actores son individuos de menor jerarquía, aunque también obtienen sus respectivas ganancias, que pueden ser materiales, económicas o de mejor colación laboral, que igual les representa mayores beneficios.
Éstos son utilizados o en su defecto se prestan para el desarrollo de las acciones corruptas; aunque muchas veces son sometidos o chantajeados por su superior, por el temor de ser denunciados o expulsados de su trabajo.
Claro que en muchas oportunidades son los pagadores directos de la corrupción detectada y castigada. Aunque se da el caso que mucho de los cómplices, por la decidía de los sancionadores e investigaciones, son exonerados o son tocados por la divinidad de la impunidad y sus culpas son perdonadas.
4. Jueces impotentes: Son aquellos que tienen poder para tomar decisiones que pueden contribuir a reducir la corrupción. Estos son especialmente, el Poder Judicial, los jefes máximos de las entidades publicas, los investigadores, los auditores, que muchas veces tienen conocimiento y la información pertinente de los actos de corrupción; pero que no denuncian, unos casos por que son cómplices, por chantaje, temor o por que no quieren perder el status quo logrado o por la aspiración de llegar a una mejor jerarquía dentro de la organización con el consiguiente beneficio pecuniario a recibir.
Los jueces impotentes, se convierten en la gasolina que necesita el fuego de la corrupción, para que se mantenga y se propague conllevando a la hoguera al conjunto de la sociedad, es el líquido elemento que proporciona la energía a la perversidad de la corrupción y de la degeneración moral y ética de un país.
5. Observadores independientes: Comúnmente denominado hacerse de la “vista gorda”, es el personaje que no tiene ningún poder de decisión o mando; sin embargo debido al trabajo que desempeña posee información y/o conocimientos de que se están cometiendo actos de corrupción; pero no los denuncia por el temor a no verse comprometido en situaciones que atente contra su estabilidad material y psicológica lograda, también por el temor a cualquier atentado contra su familia.
La corrupción y sus personajes, también, es una de las causas de nuestra mala condición de vida, del exacerbado individualismo, de la pésima educación y salud, pública, del incremento la delincuencia, de la degeneración, prostitución y drogadicción de nuestra población.
Por eso, frente a la corrupción, fenómeno que recorre el mundo y nuestro país, somos los sectores pobres, los obreros, los campesinos, los maestros, pequeños burgueses, intelectuales, los más interesados en enfrentarla, ya que somos nosotros las verdaderas víctimas de este terrible mal; los ricos también lucran con la corrupción.
Para enfrentarle, seguramente existe un conjunto de tareas, pero creo que ahora, lo más importante, es tener plena conciencia de la real naturaleza y esencia de este fenómeno, comprenderlo en verdadera causalidad y dimensión; para lo cual se necesita desentrañar al monstruo por dentro para aplicar la terapia que corresponda.
Quizá una de las mejores alternativas para combatir a ésta, se encuentra desde hace años en el Congreso de la República, se trata de un proyecto de ley presentado por la Contraloría General de la República, que en esencia pretende dar protección legal a aquellos servidores públicos que denuncien actos de corrupción en sus entidades.
Ya es conocido por la comunidad peruana y también por la experiencia internacional, que muchas personas o instituciones que denunciaron a la corrupción salieron mal paradas, destituidos o en prisión; sino acordémonos del Tribunal Constitucional o el famoso caso de las firmas falsa para inscribir partidos políticos.
Autor: Mag. Econ. Mario Canales Castro